Era una noche oscura, húmeda, cerrada. Todas las estrellas parecían haber desaparecido por completo. Las alturas se habían convertido en una pasarela de poderosos relámpagos y truenos que sonaban inmensos, aunque lejanos.
Cualquiera podría haber dicho que nos encontrábamos en la antesala del fin de los tiempos, sin embargo, a mí me inundaba una extraña y placentera sensación de calma, recogimiento y sosiego.